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Se aprecia distinto un libro cuando se conoce al autor, porque de alguna manera se entiende mejor el contexto y es más fácil reconocer las emociones. Acabo de terminar de leer “Francisco, mi vida” y me gustó mucho. Lo encontré sincero y genuino. Fluye en forma natural tu prosa, tipo diario de anotaciones, escrita con mucha sensibilidad y es interesante reconocerse ahí en sus páginas, a través de la vida cotidiana, lugares y eventos comunes del Santiago de las décadas de los 80’s y 90’s.
Los pasajes de angustia y desilusión que describes con tu primer embarazo en la confrontación del trabajo son impactantes y sin la intención de ser una denuncia, termina siendo un efectivo testimonio del sentir de una futura mamá con la discriminación que existía en alguna parte de la sociedad de los ochenta y que probablemente aún hoy se encuentra.
Leí tu libro como un testimonio de la cercanía y ternura única de la madre con los hijos, desde el embarazo y después todo su desarrollo. Un testimonio a lo difícil y maravilloso de ser mamá, con todas las angustias, sufrimientos y alegrías, incluido todos los sentimientos de verlos nacer de nuevo cuando, por esas cosas siempre inesperadas de la vida, han rozado la muerte.
Es muy revelador el momento en que, sentada ahí entre el público, ves la sonrisa perfecta de tu hijo levantar al cielo su certificado de graduación…Yo que ahora miro una fotografía con la sonrisa blanca perfecta de mis tres hijas, puedo comprender aún mejor el mérito y el orgullo de mi esposa que, también como tú, se preocupó de los detalles y tuvo tantas noches de desvelo…
Te felicito Jasna, sigue escribiendo.
Muy lindo el viaje que experimenté a leer y recordar tan detalladamente tanta belleza de la Lore y de toda nuestra historia que nos une en torno a ella. Me emocioné y me emociona mucho sentirla tan presente siempre, aquí en el corazón.
Mirando hacia atrás uno puede percibir que estaba todo “escrito” en esta historia, que esta hermosa pequeña llamada Lorena no unió en un lazo potentísimo de amor y nos dirigió siendo la protagonista a un destino de vida en donde todos estábamos sincronizados.
El amor que se siente por los nietos es algo curioso. No es tan responsable como el que tuvo con los hijos, lleno de inseguridades y vacilaciones propios de la edad en que llegan los hijos. El de los nietos es definitivamente incondicional y a primera vista. Dispuesto a muchas señales de mimarlos sin medida y sin tener la obligación de su educación, solamente disfrutarlos.
Es así como estos seres encantadores y poseedores de un extraño hechizo van calando profundo en el corazón y la relación con sus abuelos se vuelve una especie de magia plena de amor y, por supuesto, de entretención. En la medida que crecen y algunos van llegando a la adolescencia, se comienzan a tejer ciertas redes de complicidad y, ¿por qué no?, de compartir algunos secretos que no llegan hasta sus padres.
Guardo con devoción y especial emoción un llavero de madera que me regalaron dos de mis nietas y que dice: “Nadie como tu abuelo”. Así, se comienza a desarrollar con cada uno de los nietos una relación exquisita que permite a nuestro corazón dar rienda suelta al más puro sentimiento del amor. Para quienes hemos experimentado estos sentimientos, es especialmente conmovedor leer el libro “Lorena” de mi amiga Jasna Mihovilovic. La autora desarrolla una profunda catarsis que derriba al más fuerte y nos lleva a ponernos en una situación que, incluso nos emociona en extremo el solo pensar estar en el lugar de la autora.
Ser testigo de los últimos días de una niña, de su agonía y de su partida debe ser, sin dudas, una experiencia desgarradora. Más aún, cuando se trata de su sangre y de una nieta indudablemente muy apegada a su abuela. El dolor de Jasna perfora el alma y, no pocas veces, hace derramar lágrimas inevitables ante una de las situaciones más dolorosas de la vida, ser testigo del sufrimiento de un(a) niño(a). Tengo la costumbre de cambiar el canal de la TV cuando el desarrollo de alguna película implica ver a un niño sufrir. Es superior a mí. Pero la pluma de Jasna Mihovilovic no permite evitar la realidad y dejar el libro de lado para evitar, en forma irreal, leer sobre temas tan desgarradores.
Solo me resta enviar un gran abrazo a Jasna y acompañarla con mi oración en su dolor que, tengo la certeza, lo llevará por el resto de su vida.